Romà Boule: “Queremos expandirnos a otros países con ONG locales”
El fundador y director de Bicicletas Sin Fronteras anima a más marcas y distribuidores a sumarse al proyecto
Fundada en 2012, Bicicletas Sin Fronteras impulsa proyectos de cooperación centrados en la bicicleta como herramienta de integración y movilidad. La iniciativa central, Bicicletas para la Educación, opera en Senegal desde 2015, donde facilita el acceso a la escuela a cientos de estudiantes rurales. El programa incluye bicicletas adaptadas, talleres locales, formación de mecánicos y un sistema de gestión autosostenible.
La ONG diseña su propio modelo, la baobike, y busca ahora expandirse a nuevos países con alianzas locales. También le gustaría relanzar su actividad en España, donde ha desarrollado algunos proyectos que no han podido tener continuidad. En esta entrevista con BikeBusiness.es, Romà Boule, fundador y director de proyectos de la entidad, hace un llamamiento para que más marcas y distribuidores se sumen al proyecto.
¿Cómo y cuándo nace Bicicletas Sin Fronteras?
El proyecto Bicicletas Sin Fronteras nació en 2012 con la voluntad de ayudar a las personas a través de la bicicleta. Esta ha sido siempre nuestra misión. Empezamos recogiendo bicicletas usadas, reparándolas y entregándolas, pero ese modelo quedó obsoleto. Abandonamos ese modelo hace siete años. Desde 2020 tenemos nuestra propia bicicleta. Primero se fabricaba en Turquía y, posteriormente, en China. Nuestro proyecto estrella es Bicicletas para la Educación, que facilita la movilidad a estudiantes en Senegal.
“Hace siete años que dejamos de recoger bicicletas usadas: ahora fabricamos nuestra propia bici”
¿Cómo lo hacéis?
Lo interesante es que son las propias escuelas las que solicitan participar en nuestro proyecto. Cuando esto ocurre, las visitamos, les entregamos un dosier y les preguntamos cuántos niños y niñas tienen, la distancia que recorren para ir a clase y si las rutas son ciclables. Con esta información evaluamos la capacidad del centro para sostener el proyecto y hacemos un análisis técnico. Si las rutas son ciclables y el centro cumple los requisitos, pasamos a la acción.
¿Y después?
Construimos un taller, un hangar, un aparcamiento y una zona de sombra. Las bicicletas siempre pertenecen a la escuela, que las presta a los alumnos a cambio de 10 euros al año. Esta cuota sirve para garantizar el salario del mecánico y la compra de recambios. Después entregamos una flota de 60 bicicletas, un lote de repuestos, otro de herramientas y ofrecemos formación al mecánico. De este modo, vamos entregando 60 bicicletas por año hasta llegar a las 200.
Cada día, el mecánico llega a las 7:30, registra las bicicletas que necesitan reparación y organiza el trabajo. A las 8:00 cierra la puerta y empieza a reparar. A medida que termina, las bicicletas se dejan aparcadas fuera del taller. A las 12:00 debe haber concluido. El sistema está diseñado para funcionar con un máximo de 200 bicicletas por centro: más unidades colapsan la operativa.
Nuestro gerente y responsable administrativo en la zona también visita los institutos para verificar que el proyecto se está implementando según nuestras directrices. Hay que trabajar como lo hacemos nosotros.
“El sistema está diseñado para funcionar con un máximo de 200 bicicletas por centro”
¿Este es vuestro proyecto más emblemático?
Sí. Actualmente tenemos nueve institutos en funcionamiento y unas 2.000 bicicletas operativas. En octubre de este año implementaremos el proyecto en cuatro centros más. En España también desarrollamos un programa para personas en riesgo de exclusión social, aunque no lo publicitamos porque no hemos conseguido un flujo constante de donaciones y, por tanto, no podemos garantizar su continuidad. Nos gustaría tener una bicicleta propia también para España. Además, queremos expandirnos a nuevos países con la ayuda de otras ONG.
¿Cómo se financia un proyecto como el de Senegal?
El mantenimiento se financia en parte con los 10 euros anuales que pagan los alumnos, lo que permite cubrir el salario del mecánico y los repuestos. Pero eso es solo la punta del iceberg: el coste real está en la compra de bicicletas y la implementación en cada instituto. Poner en marcha el proyecto cuesta entre 13.000 y 14.000 euros por centro, más unos 15.000 euros anuales en salarios del personal local. La compra de bicicletas supone un gasto de unos 100.000 euros al año. Nos financiamos con aportaciones de empresas, retos solidarios que organiza la ciudadanía y fondos públicos. Actualmente tenemos siete institutos en lista de espera, pero no suficientes recursos para atenderlos.
El primer año suele ser deficitario: el mecánico cobra unos 100 euros mensuales por media jornada, y se recaudan unos 600. A partir del segundo año, con 1.200 euros se cubren los gastos de mecánico y recambios. En el tercer año, el centro ya puede sostenerse sin ayuda directa. Si se estropean hasta 10 bicicletas, las reponemos gratuitamente.
¿Qué papel juega la bicicleta como motor de desarrollo social justo y sostenible?
Caminar implica un mayor gasto calórico y mucho más tiempo que ir en bicicleta. Además, las familias que acceden a una bici se sienten reconocidas. En 2015, en un instituto de Senegal había 5 bicicletas para 1.000 alumnos. Ahora hay 200, más otras 50 propias. Casi todas las familias pueden pagar los 10 euros anuales; nosotros cubrimos a quienes no pueden.
“Poner en marcha el proyecto cuesta entre 13.000 y 14.000 euros por instituto”
¿Cuáles son vuestros principales retos como ONG del sector ciclista?
La gestión económica. Lo demás lo tenemos por la mano. El proyecto funciona, pero el reto es sostenerlo económicamente.
¿Cuáles son vuestros planes de futuro?
En la próxima edición de Sea Otter presentaremos la comunidad solidaria Ciclistas Sin Fronteras. Por 5 euros al mes, cualquier persona podrá formar parte del proyecto. Daremos los detalles más adelante, pero lo que está claro es que las cuotas son una fuente de financiación estable. Este año también hemos recibido donaciones de entidades públicas como la Diputación de Jaén o el Ayuntamiento de Figueres.
“Queremos tener una bicicleta propia también para España”
¿El sector os facilita material o servicios?
Youin, Tannus, Moma, Megamo o Trek son algunas de las empresas que nos apoyan.
¿Crees que el sector ciclista es suficientemente solidario?
Todavía queda camino por recorrer, por lo que hacemos un llamamiento a que más marcas y distribuidores se sumen a este movimiento. El reto del futuro pasa por consolidar estas alianzas.
¿Os afectan las crisis del sector, como el sobrestock o la caída de ventas?
No. En general hemos mantenido el apoyo. Cuando el mercado iba bien tampoco era fácil recibir ayuda. Hay oportunidades, pero el compromiso a largo plazo sigue siendo un reto.
¿Colaboráis con otras entidades o instituciones del sector?
Sí, con Bici para Todas (Valencia), la Fundación Alberto Contador y la Asociación de Marcas y Bicicletas de España (AMBE).
¿Tenéis alguna línea abierta para donaciones o colaboración directa?
Sí, en nuestra web: www.bicicletassinfronteras.org. Necesitamos más personas y empresas que se sumen al proyecto. Te necesitamos.